" Hay un sauce de ramas inclinadas sobre el arroyo
que en el cristal del agua deja ver sus hojas cenicientas.
Con ellas hizo allí guirnaldas caprichosas,
y con ortigas, y margaritas, y esas largas orquídeas
a las que los pastores deslenguados dan un nombre grosero,
pero nuestras doncellas llaman dedos de muerto.
Cuando estaba trepando para colgar su corona de hojas
en las ramas sesgadas, una, envidiosa, se quebró,
cayendo ella y su floral trofeo
al llanto de las aguas. Su vestido se desplegó,
y pudo así flotar un tiempo, tal como la sirenas,
mientras cantaba estrofas de viejos himnos,
como quien es ajeno al propio riesgo,
o igual que la criatura oriunda de ese elemento
líquido. No pasó mucho tiempo
sin que sus ropas, cargadas por el agua embebida,
arrastraran a la infeliz desde sus cánticos
a una muerte de barro. "
Hamlet .- Shakespeare
"El arte no demuestra, pero el arte presiente. Y es lícito pensar que Shakespeare, al dar vida mental a la divina hechura de su alma, presintió que en ella fundía para siempre las eternas aspiraciones del sentimiento en todos los climas, en todas las edades, en todos los caracteres de los hombres.¿A qué aspira el sentimiento, a qué aspiran todos los seres racionales en el período del sentimiento? A realizar el sueño dorado de la vida.Y ¿qué le piden? Cuanto tiene Ofelia: dulzura, sencillez, candor, sinceridad, delicadeza en los sentimientos y en los actos, inocencia en todos sus deseos y pensamientos, capacidad para todos los afectos, desde el razonador con el hermano hasta el sumiso y humilde con el padre; desde el que tiembla en presencia del amante hasta el que hace temblar en su delirio. Y cuando se ha realizado lo exigido y el ímpetu de esa enajenación de la ventura traspone la realidad, y se establece una lucha entre lo ideal y lo real, que está al lado y está lejos, y triunfa lo real, como es bueno que triunfe y necesario, entonces se exige al ideal que se evapore, se lucha contra él por importuno, se le mancha con el fango de la duda, se le escarnece con el escarnio de las realidades impuras, se reniega de él tres veces; y si pos acaso llega el momento de razón excelsa en que se ve que no había incompatibilidad entre lo real y lo ideal, ya no queda de éste más que el recuerdo placentero y congojoso a un mismo tiempo, el aguijón de infinito que ha dejado clavado en el cerebro el ansia insaciable que devora para siempre el sentimiento.Eso es Ofelia para Hamlet: el ideal del sentimiento.
Los que la han visto vivir como ha vivido, en la perfecta sinceridad de su inocencia; enloquecer como ha enloquecido, "embelleciendo la aflicción, el dolor y el mismo infierno", según dice su hermano; morir como ha muerto, pasando "de su melodioso canto a su turbia muerte" ("from her melodious lay to Muddy death"), según dice Gertrudis.En vez de dudar, admirarán, cuando recuerden que la locura es una enfermedad del cerebelo, que es el núcleo del sistema neuroespinal; que las sensaciones producidas por la demencia en esos órganos se transmiten a los más simpáticos con ellos; que esa transmisión y esa simpatía puramente orgánicas no pueden ocultarse o dominarse cuando ha muerto el dominador de las sensaciones, la razón; y que si coincide en la demencia la sensación con el recuerdo, no es el recuerdo el que determina la sensación, no es ésta un recuerdo de la realidad.Y así, restituida a la absoluta integridad de su belleza moral y corporal, Ofelia es más bella y más pura que fue antes, porque ya no es un sueño creado por la fantasía, sino una realidad viviente, un ser de carne y hueso, con funciones y órganos que para nada obstan a la sublime realidad de su pureza, a la sublime idealidad de su belleza.Era un florero quebradizo: plantaron una encina en vez de plantar una violeta, y se quebró.Era un corazón de cristal: en vez de someterlo a la dulce temperatura del amor, lo sometieron a la presión de las pasiones, y estalló"
por Eugenio María de Hostos
arrastraran a la infeliz desde sus cánticos
a una muerte de barro. "
Hamlet .- Shakespeare
"El arte no demuestra, pero el arte presiente. Y es lícito pensar que Shakespeare, al dar vida mental a la divina hechura de su alma, presintió que en ella fundía para siempre las eternas aspiraciones del sentimiento en todos los climas, en todas las edades, en todos los caracteres de los hombres.¿A qué aspira el sentimiento, a qué aspiran todos los seres racionales en el período del sentimiento? A realizar el sueño dorado de la vida.Y ¿qué le piden? Cuanto tiene Ofelia: dulzura, sencillez, candor, sinceridad, delicadeza en los sentimientos y en los actos, inocencia en todos sus deseos y pensamientos, capacidad para todos los afectos, desde el razonador con el hermano hasta el sumiso y humilde con el padre; desde el que tiembla en presencia del amante hasta el que hace temblar en su delirio. Y cuando se ha realizado lo exigido y el ímpetu de esa enajenación de la ventura traspone la realidad, y se establece una lucha entre lo ideal y lo real, que está al lado y está lejos, y triunfa lo real, como es bueno que triunfe y necesario, entonces se exige al ideal que se evapore, se lucha contra él por importuno, se le mancha con el fango de la duda, se le escarnece con el escarnio de las realidades impuras, se reniega de él tres veces; y si pos acaso llega el momento de razón excelsa en que se ve que no había incompatibilidad entre lo real y lo ideal, ya no queda de éste más que el recuerdo placentero y congojoso a un mismo tiempo, el aguijón de infinito que ha dejado clavado en el cerebro el ansia insaciable que devora para siempre el sentimiento.Eso es Ofelia para Hamlet: el ideal del sentimiento.
Los que la han visto vivir como ha vivido, en la perfecta sinceridad de su inocencia; enloquecer como ha enloquecido, "embelleciendo la aflicción, el dolor y el mismo infierno", según dice su hermano; morir como ha muerto, pasando "de su melodioso canto a su turbia muerte" ("from her melodious lay to Muddy death"), según dice Gertrudis.En vez de dudar, admirarán, cuando recuerden que la locura es una enfermedad del cerebelo, que es el núcleo del sistema neuroespinal; que las sensaciones producidas por la demencia en esos órganos se transmiten a los más simpáticos con ellos; que esa transmisión y esa simpatía puramente orgánicas no pueden ocultarse o dominarse cuando ha muerto el dominador de las sensaciones, la razón; y que si coincide en la demencia la sensación con el recuerdo, no es el recuerdo el que determina la sensación, no es ésta un recuerdo de la realidad.Y así, restituida a la absoluta integridad de su belleza moral y corporal, Ofelia es más bella y más pura que fue antes, porque ya no es un sueño creado por la fantasía, sino una realidad viviente, un ser de carne y hueso, con funciones y órganos que para nada obstan a la sublime realidad de su pureza, a la sublime idealidad de su belleza.Era un florero quebradizo: plantaron una encina en vez de plantar una violeta, y se quebró.Era un corazón de cristal: en vez de someterlo a la dulce temperatura del amor, lo sometieron a la presión de las pasiones, y estalló"
por Eugenio María de Hostos
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